"Say Yes." ("Better Call Saul", Temporada 1 y lo que va de la 2, Vince Gilligan y Peter Gould, 2015-2016).
Quienes por las colonias del Sur todavía sostenemos nuestro Netflix, estamos en condiciones de disfrutar este "spin off" de la mejor serie que hayamos visto ("Breaking Bad"), en la que se cuentan las hazañas del abogado Jimmy McGill, al que conoceremos como Saul Goodman seis años después.
La historia: James McGill (Bob Odenkirk) es un abogado que ejerce en Albuquerque, New Mexico, a la sombra de la superioridad moral de su hermano Chuck (Michael McKean), quien padece de una grave neurosis que se manifiesta en una severa fobia hacia la electrónica, la electricidad y todo lo que sean ondas electromagnéticas: Chuck vive en una casa sombría, se alumbra con luz de gas, y depende casi exclusivamente de lo que le provee James: el periódico, la comida, la compañía. Mientras que Chuck practica el Derecho con apego a la rectitud, James siempre tratará de buscar atajos en el filo de la legalidad. Y es que James, Jimmy, tiene un romántico pasado de estafador de tres al cuarto, allá en Chicago, donde se divertía y se emborrachaba con su adorable amigo Marco (Mel Rodríguez). El devenir de la historia nos irá mostrando lo sinuoso de la rectitud y la nobleza de algunos atajos. No develaremos aquí nada más que, al conseguir dar con un caso de estafa, Jimmy adquiere una notoriedad que no se esperaba. En el camino, se cruzará con Mike Ehrmentraut (Johnathan Banks), y que las historias de ambos se irán imbricando. En la segunda temporada se hace más patente la conexión, que (veremos) resultaba obvia desde el primer capítulo porque el guión, qué decir tiene, es brillante y carece de la más mínima fisura.
Los personajes y los actores: La serie puede verse y entenderse sin siquiera sospechar la existencia de "Breaking Bad". Sin embargo, quienes no hayan visto aquélla, se perderán de algunos reencuentros cálidos como el abrazo familiar, y se quedarán con una sana incertidumbre ante algunos flash-forwards. Cosas de la narrativa.
Cada personaje, por lateral que sea, presenta la debida complejidad que es descripta con el debido desarrollo: Tuco Salamanca (Raymond Cruz), un narcotraficante desquiciado. Nacho Varga (Michael Mando), un narco socio de Tuco, ansioso por lograr su independencia. Pryce (Mark Proksch, brillante) un personaje absoultamente sórdido y verosímil, que anda vendiendo pastillas robadas. Howard Hamlin (Patrick Fabian, no habría otro), un abogado de éxito y principios. Y hay más. Está el Tío Héctor Salamanca, los Mellizos y hasta Krazy-8.
Y está ella.
Ella es la tremenda actriz Rhea Seehorn, y el adorable personaje es Kim Wexler. Kim es el contrapeso de Jimmy en más de tres sentidos. Esperamos ver a Rhea en otros personajes, claro, aunque siempre adoraremos a Kim por leal, por perseverante y por ser la primera vez que uno ve a la femineidad expuesta sin histeria y sin atisbos de tintes machistas en el guión ni en la composición del personaje. Kim Wexler te arrolla sin estridencias, Rhea Seehorn te enamora sin mohínes.
Los escenarios y la fotografía: Arde Albuquerque bajo un sol de justicia. Las sombras están en los interiores donde la luz alumbra lo justo siempre, siempre. La cámara está siempre ajustada al brillo de los exteriores generosos en luz y colores: la paleta en general es naranja, y va pasando por los ocres para llegar a unos tibios interiores con bordes fundidos en marrón oscuro. Los colores son parte cuidada de la narrativa, y eso lo siente hasta quien ésto escribe, lo cual habla de lo bien hecho que debe estar el arte en manos de Paula Dal Santo y la fotografía a cargo de Arthur Albert.
Se les dan las debidas gracias a ambos, porque desde aquí se intuye que son tan importantes como todo lo demás. Y gracias a Netflix por el HD.
Lo que vendrá: No lo sabemos, pero creemos que o bien nos romperá el corazón o nos hará vibrar de gozo, como Kim Wexler cuando nos vino a ofrecer un poquito de lealtad para complementar el colorido de nuestro Jimmy. Quién sabe. Estaremos vivos, en todo caso. Y tal vez hasta haya un par de risotadas antes de la muerte, que está ahí.
Abrazos.
La historia: James McGill (Bob Odenkirk) es un abogado que ejerce en Albuquerque, New Mexico, a la sombra de la superioridad moral de su hermano Chuck (Michael McKean), quien padece de una grave neurosis que se manifiesta en una severa fobia hacia la electrónica, la electricidad y todo lo que sean ondas electromagnéticas: Chuck vive en una casa sombría, se alumbra con luz de gas, y depende casi exclusivamente de lo que le provee James: el periódico, la comida, la compañía. Mientras que Chuck practica el Derecho con apego a la rectitud, James siempre tratará de buscar atajos en el filo de la legalidad. Y es que James, Jimmy, tiene un romántico pasado de estafador de tres al cuarto, allá en Chicago, donde se divertía y se emborrachaba con su adorable amigo Marco (Mel Rodríguez). El devenir de la historia nos irá mostrando lo sinuoso de la rectitud y la nobleza de algunos atajos. No develaremos aquí nada más que, al conseguir dar con un caso de estafa, Jimmy adquiere una notoriedad que no se esperaba. En el camino, se cruzará con Mike Ehrmentraut (Johnathan Banks), y que las historias de ambos se irán imbricando. En la segunda temporada se hace más patente la conexión, que (veremos) resultaba obvia desde el primer capítulo porque el guión, qué decir tiene, es brillante y carece de la más mínima fisura.
Todo es cuesta arriba para nuestro pobre Jimmy. |
Y está ella.
Kim Wexler. No podés. |
Los escenarios y la fotografía: Arde Albuquerque bajo un sol de justicia. Las sombras están en los interiores donde la luz alumbra lo justo siempre, siempre. La cámara está siempre ajustada al brillo de los exteriores generosos en luz y colores: la paleta en general es naranja, y va pasando por los ocres para llegar a unos tibios interiores con bordes fundidos en marrón oscuro. Los colores son parte cuidada de la narrativa, y eso lo siente hasta quien ésto escribe, lo cual habla de lo bien hecho que debe estar el arte en manos de Paula Dal Santo y la fotografía a cargo de Arthur Albert.
De Nuevo México a Texas. Jimmy McGill esperando el autobús, rompiendo la simetría pero respetando la perspectiva. Muy Saul Goodman. |
Lo que vendrá: No lo sabemos, pero creemos que o bien nos romperá el corazón o nos hará vibrar de gozo, como Kim Wexler cuando nos vino a ofrecer un poquito de lealtad para complementar el colorido de nuestro Jimmy. Quién sabe. Estaremos vivos, en todo caso. Y tal vez hasta haya un par de risotadas antes de la muerte, que está ahí.
Abrazos.
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