Dios los cría, la nieve los amontona. ("The Hateful Eight", Tarantino, 2015).
Para empezar a agarrar por algún lado esta película, aclaremos que aún seguimos presos del encantamiento. La octava peli de Tarantino es, cómo no, otro western. Filmado en ultra panavision, opresivo a la manera de "The Shinning", y por supuesto pródigo en referencias. Está dividida para vuestra comodidad, según se quiera ver, en dos, tres, seis u ocho partes. Eso solamente en cuanto a las historias que van a terminar por conformar una sola historia de la que ya nos podemos imaginar el desenlace.
Una tormenta de nieve va empujando a un grupo heterogéneo compuesto por sospechados cazarrecompensas, probables agentes de la Ley, posibles forajidos, supuestos héroes de guerra y personajes de laya similar, hacia un refugio en el cual la historia de cada uno se va a ir descubriendo en la medida en que sus desarrollos se entrecrucen. El guiso se cuece con un ritmo pausado, durante el cual los duelos y disparos son obra y gracia del verbo. Y he aquí a los actores, a los que cantamos loas en el siguiente antojadizo orden, puesto que se van adueñado de la película uno a uno: Jennifer Jason Leigh, Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Walton Goggins, Tim Roth, Bruce Dern, Michael Madsen y Demian Bichir. El guiso está hecho de odio racista, rencor de posguerra, violenta misoginia, xenofobia, venganza y esas cositas. Cuando el guiso va a hervir, pasando por escalones crecientes de temperatura y sin que llegue a explotar, se concentra y se hace más y más sabroso... Y he aquí que han pasado noventa minutos, nada más. Queda para raspar la parte que más pica.
Aplaudimos a continuación a la música de Su Majestad Ennio Morricone. Y es el turno de la fotografía de Robert Richardson. Y al arte de Edelberg, Johnson y Rosemary Brandenburg. Y al genial John Dykstra que siempre se hace vital en los últimos minutos.
Muy bien. Hemos escrito algo sobre este octavo viaje a la cabeza de Tarantino, con quien confirmamos nuestros votos de amor eterno. Un poquito de asco nos damos, porque nos quedamos muy cortos, pero a quién le importa si el día nos trae otra oportunidad de volver a esa cabaña llena de humor y odio, en la cual se adivina la halitosis que solo mengua el brandy, en la que pronto no va a oler más que a sangre y pólvora, en la que toda historia va a tener la trascendencia de un balazo.
Abrazos.
Una tormenta de nieve va empujando a un grupo heterogéneo compuesto por sospechados cazarrecompensas, probables agentes de la Ley, posibles forajidos, supuestos héroes de guerra y personajes de laya similar, hacia un refugio en el cual la historia de cada uno se va a ir descubriendo en la medida en que sus desarrollos se entrecrucen. El guiso se cuece con un ritmo pausado, durante el cual los duelos y disparos son obra y gracia del verbo. Y he aquí a los actores, a los que cantamos loas en el siguiente antojadizo orden, puesto que se van adueñado de la película uno a uno: Jennifer Jason Leigh, Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Walton Goggins, Tim Roth, Bruce Dern, Michael Madsen y Demian Bichir. El guiso está hecho de odio racista, rencor de posguerra, violenta misoginia, xenofobia, venganza y esas cositas. Cuando el guiso va a hervir, pasando por escalones crecientes de temperatura y sin que llegue a explotar, se concentra y se hace más y más sabroso... Y he aquí que han pasado noventa minutos, nada más. Queda para raspar la parte que más pica.
Aplaudimos a continuación a la música de Su Majestad Ennio Morricone. Y es el turno de la fotografía de Robert Richardson. Y al arte de Edelberg, Johnson y Rosemary Brandenburg. Y al genial John Dykstra que siempre se hace vital en los últimos minutos.
Muy bien. Hemos escrito algo sobre este octavo viaje a la cabeza de Tarantino, con quien confirmamos nuestros votos de amor eterno. Un poquito de asco nos damos, porque nos quedamos muy cortos, pero a quién le importa si el día nos trae otra oportunidad de volver a esa cabaña llena de humor y odio, en la cual se adivina la halitosis que solo mengua el brandy, en la que pronto no va a oler más que a sangre y pólvora, en la que toda historia va a tener la trascendencia de un balazo.
Abrazos.
El rato en compañía de Tarantino y sus odiosos ha sido maravilloso. Como el gusto de volver a casa a meterte en tus zapatillas preferidas para descubrir que en realidad estás en el Motel Bates y que allí todo puede pasar.
ReplyDeleteMe encanta la atmósfera (se siente el calor del café y el estofado mezclado con el sudor de los odiosos) y me quito el sombrero al ver lo que se puede hacer en una habitación cerrada (¿Reservoir Dogs versión western?) cuando hay talento.
Hello, Daisy. No pienso quitarte la cadena.
ReplyDeleteA mí me recordó muchísimo a "Reservoir...". La voy destejiendo, destejiendo... y me va pareciendo la mejor de todas. ¿No es una suerte ser contemporáneos de esta bestia?
Besazos.