"The tide is turning" ("Dunkerque", Christopher Nolan, 2017)

Aquí está Christopher Nolan otra vez jugando con el tiempo, porque eso es lo que hace Christopher Nolan. La crítica, alguna, lo entenderá. No explicaremos, un poco porque estamos cansados de explicar cosas que deberían ser obvias para quien haya visto dos o tres pelis del autor. Es decir: críticos, vean dos más, piensen un poquito y después escriban. Basta de tuitear tanto y tan poca cosa.

Aquí está Christopher Nolan, jugando con el tiempo otra vez. En esta ocasión no tiene que inventarse reglas temporales para el sueño como hizo en la maravillosa "Inception", ni se ve inmerso en problemas relativistas como en la amada (y perfecta) "Interstellar", y tampoco tiene que dejarnos mensajitos guía como en esa joya que es "Memento". Este sueño, esta relatividad, este mensaje que casi carece de diálogos, es un milagro narrativo sin más regla que ese esperado triunfo del espíritu que, al menos, sí sucede en el cine. 

Tres historias se cuentan en dos horas. Una de ellas dura una semana, la otra un día, la otra una hora. Cada una tiene un ritmo y hay un reloj. Cada gesto tiene un significado y hay un reloj. Cada vida tiene un objeto y hay un reloj. Se narra con una claridad solar. No es difícil aunque sí pide que pongas algo de vos. Pero no hay que ponerse de acuerdo antes con nadie, ni en que este agujero negro, ni en que una camioneta tarda en caer lo que una batalla tarda en acontecer. Las cosas pasan, y es así.

Es hermosa. Visualmente es hermosa. Te da miedo, claro. Como todas las cosas hermosas y muy grandes, más que uno. Estuve todo el tiempo temiendo por cuándo se resbalaba, cuándo fallaba, porque desde el principio me ganó el alma con la propuesta: Una semana, Un día, Una hora. Y supe. Supe lo que estaba por hacer. Y supe que era difícil. Supe que una sola falla mínima se llevaría por delante todos los efectos CGI junto con el colosal sonido. Porque una semana contiene al día que contiene a la hora que contiene al balazo. Pero no. No falló. A ver: debo decir que a otros hay que dejarles pasar cosas. En cambio Nolan no deja que se le pase nada. 

Es así: cuatrocientos mil soldados esperan a ser rescatados en una playa de Francia. No es que resistan al asedio: no hay dónde huir. No hay salida, quizás. Una familia zarpa en un barco, a hacer lo que pueda. Tres aviadores salen en una misión de batalla para aliviar el asedio. Esto es el comienzo. El final está en la espuma del mar y en una mentira piadosa y noble y buena.

Salve, Nolan. Los que vamos a morir, queremos que sea con tus tiempos, que son únicos, y que ahora son nuestros. Y hay un reloj.

Abrazos.

Comments

  1. Salivando y con la lengua fuera ante el bistec me deja usted, gordo mío.
    Mil.

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