"Sos un desagradecido." ("El Clan", Pablo Trapero, 2015).

San Isidro es un "partido" (que así se llaman los municipios en Buenos Aires) pequeño, coqueto y de selecta población de gente de clase media alta. Yendo hacia el Norte desde la Capital del país, se pasa por Vicente López, Olivos y se llega en alrededor de media horita a este bello lugar lleno de casas hermosas, con patios, césped, piscinas, árboles, mascotas gordas y gente bien. En San Isidro, entre los años de plomo de la última dictadura militar y el inicio del proceso democrático, tuvo lugar una serie de secuestros extorsivos seguidos de asesinato, llevada adelante a modo de empresa familiar, al mando de un psicópata llamado Arquímedes Puccio.

Arquímedes gozaba de muy buenas conexiones entre la gente de acción del terrorismo de estado, pero también entre los buenos, honestos y acaudalados vecinos de San Isidro. Es decir, tenía acceso a potenciales víctimas entre los segundos y a un paraguas de impunidad por parte de los primeros. Y además, era un monstruo. Hasta aquí, el contexto.

Con una cámara genial, y una dirección de fotografía (J. Apezteguide) acertadísima, Trapero nos lleva a tres momentos de la década de 1980 en Argentina, centrados en las andanzas del Clan Puccio: de cómo se consolida la impunidad, de cómo se sueltan las manos, de cómo caen los que se enchastran. Porque una cosa es cierta: Puccio se ensuciaba las manos y tenía el calabozo en su casa. Esto lo aclara Trapero en varias oportunidades. Un aplauso para la dirección de arte (S. Orgambide), el vestuario y el maquillaje (Araceli Farace). Francella compone un monstruo estremecedor: El Arquímedes Puccio de Francella te da mucho miedo. El resto del reparto y del equipo técnico se las arregla para impedir que Peter Lanzani descomponga el clima y dañe la película a pesar de sus ingentes esfuerzos. La película nos lleva a los luminosos ochenta y al derrumbe del Terror de Estado, que aun hoy sigue dando coletazos en Argentina.

Trapero está (para los que no gozamos del toque mágico BAFICI) filmando cada vez mejor. Es gracioso ver cómo llega a la gente "bien" que va a las salas a ver esta película como si se tratara de una historia de marginalidad villera. Es muy acertado que haya elegido esta historia después de las otras que dirigió ("Mundo grúa", "El Bonaerense", "Leonera", "Carancho", "Elefante Blanco") y que lo haga en clave parecida, sin anestesia y con la misma impiadosa mirada.

Abrazos



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