"¿Cómo lo supe? Fui a la Biblioteca." ("Zodiac", David Fincher, 2007)

"Zodiac" es una thriller policial acerca de la investigación de una serie de crímenes violentos sucedidos entre 1964 y 1973 en San Francisco y alrededores. Es una historia de frustraciones y es, antes que nada, la historia de una obsesión tóxica. David Fincher vuelve a la carga con un guión complejo, una fotografía academicista, un vestuario perfecto (Casey Storm, "Being John Malkovich") y una dirección de arte difícil y logradísima: Atravesamos tres décadas sin un solo flashback. Gracias, David.

La película es minuciosa, porque lo central es el destejido de la trama, quizás. O quizás no. Porque lo que sucede es que es una trama maldita. El asesino es (lo sospechamos desde el primer momento), un pobre infeliz. Pero consigue hacer descarrilar la vida de todos quienes se meten demasiado con la investigación. La obsesión se va contagiando entre los personajes, como si se fueran pasando una posta infecta: Robert Downey Jr. (aplausos, como siempre), Mark Roffalo, Anthony Edwards, Jake Gyllenhaal se van contagiando el uno al otro esta enfermedad, alimentándose entre sí, de manera que cuando alguno de ellos está harto de estar enloquecido, alguno de los restantes encuentra una manera de devolverlo al infierno. Y con carita de gusto.

Porque, claro, lo importante es saber quién es el asesino. Aquí no se dirá nada a ese respecto, porque lo que se ha percibido es ésto: "Zodiac" es una construcción de quienes se empeñaron en hacer de él una leyenda. "Zodiac" es un edificio levantado por la obstinación de sus perseguidores. "Zodiac" surge de la necesidad de buscarle sentido a cosas que tal vez no lo tengan, entidad donde tal vez no hay más que vacío, inteligencia donde sólo hay la suerte de un mediocre y un mensaje donde no hay más que signos robados.  

¿Cómo se mantiene la tensión? Miren el reparto y adivinen. Con oficio de narrar, se mantiene. Porque lo importante es descubrir al asesino. Y si no, vean cómo se esfuerza Gyllenhaal hasta el punto de no darle pelota nada menos que a Chloë Sevigny.

Abrazos

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