Dirigir el Infierno ("Se7en", David Fincher - 1995)

Si uno quiere hacer una de terror, deberá hacer referencia a William Friedkin. Si uno quiere dirigir una de suspenso, deberá refernciar a Hitchcock. Si uno quiere dirigir una película llamada "Seven", deberá hacer referencias numerológicas. "Seven", de David Fincher, tiene todo eso.
Cuidado. Las referencias numerológicas no tienen nada que ver con la superchería: son más bien referencias aritméticas. "Dos mil libros de doscienta cincuenta hojas". Ojo. Las referencias satánicas son muy, pero muy sutiles. Una pista: Los títulos finales están al revés.

Aquel año, Kevin Spacey también protagonizó "Sospechosos Habituales". Aquí, con Morgan Freeman y un brillante Brad Pitt, completa una trinidad que le da sentido a un "thriller" de antología.
Dos policías muy diferentes tratan de resolver un caso de asesinatos en serie que siguen un determinado patrón. La cosa es simple. La trama es perfecta. El vestuario es de academia. Cualquier cosa que parezca descuidada, no lo es. No hay una sola línea que sobre en el diálogo ni un solo plano que sobre en el film.

Las torres de alta tensión son inquietantes. Fincher lo sabe y lo usa. Usa más los planos recortados por esas estructuras que lo que usa la sangre y los cadáveres. Interpone líneas todo el tiempo. Interpone líneas, interpone lluvia, interpone el ritmo de un metrónomo. Porque acelera cuando quiere y frena cuando quiere. Porque suaviza con la inocente y reconfortante belleza  de Gwyneth Paltrow y, cuando es debido, lacera con la cándida y reconfortante ausencia de Gwyneth Paltrow. La santidad, porque es evidente que Fincher se ha documentado muy bien sobre el satanismo.

"Seven" es una película espléndida. Pero ante todo, es un trabajo bien hecho desde todas las componentes que requiere la narrativa cinematográfica.

Abrazos.


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